miércoles, 20 de agosto de 2008

Cuando una luz se apaga. (I)


Envuelta por frases dulces de tiernos matices me veo en estos momentos. Silencio. Calma incierta, una calma intranquila habita a mi alrededor. El radiodespertador marca las once de la noche. Pasos. Una puerta abriéndose. Más pasos. Una persiana bajándose al ritmo que le marcan unos brazos tremendamente cansados. Voces. Tres voces murmuran, no quieren ser escuchadas. Otra se une a ellas algo rezagada; cuatro voces. La tele parece querer esconder lo que las voces dicen. El telediario se adueña del silencio frustrado.

No puede ser…dos voces y un susurro. No puede ser. El incesante ruido del lavavajillas como si de mil desaguas se tratase llega hasta mis odios. Pasos sobre mi cabeza. Terrible vecinos. Portazo. Pam! Portazo dos. Pam! Más pasos. Siento el cosquilleo de un pelo por mis costillas, busco al intruso y lo retiro lentamente para admirar toda su longitud. No puede ser.

Me pica la cabeza y noto la suciedad grasosa. Debería de ducharme. No puede ser, qué estoy haciendo? ¡Mierda! No hay gas, ya no me acordaba. Vuelta al picor. Este picor se extiende por mi cuerpo como una plaga, ahora también me pican los ojos, el cuello, un lateral de la oreja bastante inaccesible, la espalda…no cesa, se reproduce, se multiplica y cuánto más caso le hago es peor. A veces es peor hacer caso a aquello que nos molesta sólo conseguimos avivar su recuerdo. Buff me pica la nuca, la cabeza de nuevo, la ceja derecha, la punta de la nariz, la otra ceja, en fin que por picar hasta me pican las uñas! Ni mil picaduras de mosquitos molestos podrían suplantar tal molestia. Hedor.

Silencio. Es extraño…una voz (vuelta a la extraña normalidad). Picor (ya empezaba a encontrarlo a faltar). Otra voz. No sé si seguir …esto tiene poca lógica y me cuesta escribir y rascarme al mismo tiempo. “No soy una máquina”.

Anoche ella me besó. No puede ser lo que está ocurriendo. Me besó como hacía años. Creo que jamás un beso significó tanto para mí. Me besó. Recordó por un instante quién era yo. No puede ser pero es así.

Me siento mal, me siento profundamente triste. Me siento fatal al ver a todos tan destrozados, siento tal dolor por ellos y soy incapaz de transmitirlo, me siento impotente, inútil…soy incapaz de reaccionar. Sé que la vida no es justa pero como niña que sigo siendo anhelo ese sentir la vida como justa, bondadosa y rebosante de alegría como me parecía no hace mucho cuando ella me recibía cada mediodía con una sonrisa, un beso y la comida que con tanto amor había preparado. Quisiera ser fuerte, quisiera no ignorar la situación, no evadirme pero al mismo tiempo tengo la asquerosa sensación de que es eso precisamente lo que hago….me odio por parecer distante.

Lo veo y no lo creo, lo siento y no lo siento dentro de mí…estoy como en una negra nube, en un mal sueño, en una pesadilla de la que sé que no puedo despertar. Jamás llegué a entender el significado de esta frase hecha…ahora la vivo

.

Quisiera todo aquello que sé que no puedo pedir, que ya no puedo ni soñar. Me siento insensible (valga la redundancia), estoy pero no estoy, soy pero no soy. Lo único que soy capaz de sentir es como una parte primordial de mi ser se desvanece como si tal cosa y yo no puedo ponerle remedio. Impotencia. Desilusión. Angustia. Miedo. Padecimiento. Perdida de un gran amor que ya no volverá, que estoy perdiendo y que espero encontrar en otro mundo mejor.

No entiendo esta situación y cuando intento comprenderla me quedo paralizada, sin reaccionar. No tengo nada en la cabeza. Estoy en blanco muchas veces y no logro concentrarme en lo que hago. Estoy irritable, susceptible, sensible, triste y así no ayudo a nadie.

Cada día que pasa soy más consciente de la realidad, cada día es un recordatorio de que la realidad está ahí, justo a un palmo de mis narices. Y esto es una cuenta atrás que ya no tiene posibilidad alguna de detenerse. ¡Ojalá pudiera detenerse! Cada día que pasa se me retuerce más el estómago, me es imposible comer, no me apetece nada excepto echarme en la cama, cerrar los ojos y pensar que no existe nada, ni el dolor, ni las preocupaciones, ni la enfermedad, nada de nada.

No tengo hambre, perdí mi hambre cuando ella perdió su mirada. Perdí mi alegría cuando vi que ella ya no distinguía a las personas, cuando los fantasmas del pasado la atacaban y los demás nos sentíamos incapaces de ayudarla. Tan solo permanecíamos a su lado, dándole nuestro amor y acariciando sus oídos con nuestras palabras. Lo último que se pierde es la capacidad de escuchar y utilizamos el oído como un portal para llevar nuestro mayor regalo, nuestro amor.

Muchas veces me fuerzo a comer sólo por intentar que los demás lo hagan…deben comer, están todos agotados.

A veces me ocurre que tengo mil millones de ganas de hacer infinidad de cosas pero al mismo tiempo, no sé ni cómo, no tengo ganas de nada. ¿Qué me pasa?

El cansancio me altera. Las noches en vela me hacen irascible. Soy una egocéntrica con tanto decir “estoy así, estoy asá” cuando la verdad es que no ceso de pensar y preocuparme por todos y eso me provoca una sensación de angustia que no sé como quitarme de encima. Tengo siempre ese maldito nudo en la garganta, está siempre preparado para estallar y lo hago llorando como una cría tonta. Lo que me fastidia es que muchas veces lo pago con mi pareja y él no tiene la culpa, bastante me ayuda en estos momentos.

No sé cómo me aguanta en estos momentos en los que estoy fuera de mí, en los que tan sólo soy una copia barata alterada por los acontecimientos aunque intente no demostrarlo.

¿Por qué no puedo ser más fuerte? ¿Por qué no puedo tragarme este nudo que tanto me oprime? ¿Por qué mis lágrimas resbalan juguetonas por mi rostro y yo no tengo ganas de jugar con ellas? ¿Por qué escribo en estos momentos? ¿por qué no descanso? Quisiera descansar sin miedo a despertarme, sin miedo a descubrir ese día. Sin miedo, por favor.

Yo me desprendo. Estoy perdiendo capas y ganando corazas. No quiero aislarme, quiero seguir adelante y que todos lo hagan.

No sé qué me pasa. Me ha entrado la nostalgia. Anoche me puse a leer viejas cartas de mis amigos y me sentí arropada por ellos a pesar de que no estuvieran en ese momento conmigo. Sé que estarán conmigo cuando los necesite. Lo sé.

Me duelen los ojos, están hinchados, me escuecen y me dicen a gritos que me vaya a dormir de una vez, que están cansados. Debo descansar. Estoy como si no estuviera, podría pasarme horas mirando al infinito, sin pensar en nada, sin tan siquiera estar cómoda, no estoy sentada, estoy de pie y no sé que hago, podría estarme horas así. Me encuentro dentro de un mundo vacío y en exterior sólo hay los problemas de los que intento escabullirme. Tengo miedo. ¡Cobarde! Pero los impactos de la artillería resuenan en mi conciencia. Mi conciencia que siempre está alerta, que me vigila para luego molestarme con sus preocupaciones. No quiero oírte, ¿entiendes’ Quiero alejarme, ser una inconsciente. No quiero saber la verdad. ¡Déjame por favor!

Siento ganas de llorar pero lo que más me gustaría hacer seria gritar, gritar con todas mis fuerzas e intentar con mi ahogado grito alejar de los que más quiero todo mal, todo lo que les pudiera perjudicar. Desearía tragarme de una vez este nudo de mi garganta, me asfixia.

Me veo demacrada, en las últimas semanas he perdido varios quilos y parece que esto va a más. Todos estamos más delgados…veo a mi madre también más delgada. Por eso debo comer, para que ellos también lo hagan. Debería ser más fuerte, debería decir lo que pienso, lo que siento y no pasar como una despreocupada egoísta. No debería alejarme…huyo como siempre de los problemas. Les tengo miedo. Tengo miedo de afrontar la realidad y eso me está consumiendo.

Por qué no puedo aceptarlo…ni me lo creo. ¿Vivo en una pesadilla? Mis noches son intranquilas. No descanso. Me siento terriblemente culpable por mi comportamiento. No sé que hacer.

No me estropees el tiempo. Ya no sabemos ni que nos decimos, estamos desquiciados, el cansancio puede con todos nosotros.

¿Qué es lo que ocurre a mi alrededor? No oigo nada. Sólo escucho el silencio, sólo veo pasar el tiempo, sólo siento remordimientos. ¿Qué debo hacer? Esa es la eterna pregunta.

Love is like oxygen eso decían Sweet. ¿Tendrían razón? Quizás nuestro amor sirva para nutrir a los que nos rodean. ¿Desprenderemos esa energía? ¿Sabrá captarla ahora que tanto la necesita?

Silenciosamente se deslizan por mi rostro, amargamente impregnan mis labios y algunas permanecen escondidas por los recobecos de mi nariz. Ante su mirada perdida me quedo paralizada, con todos los músculos de mi cuerpo en tensión. No siento nada. Soy insensible al tacto, las caricias no significan ya nada. Estoy perdiendo mi capacidad de sentir. Huyo. Temo sentir. El día que vuelva a hacerlo estallaré. Ahora estoy bloqueada. Estoy encerrada ¡Quiero salir! No me dejan. ¿Por qué? Por qué mis pensamientos, mis emociones se dedican a vallarme el paso, por qué ellas mismas no me dejan en paz, por que no corretean libres como niños despreocupados en un parque. ¿Por qué se empujan entre ellas cuando podrían cederse el paso y así dejar que yo me desahogara?

Todo confluye en mi mente…apretujado. Nostalgia de aquello que nunca sucedió. Ahora siento esa nostalgia o quizás la sentiré más adelante por desgracia. Nostalgia de aquello que nunca sucedió me escribió un chico hace años en mi libreta y en su momento no le entendí.




No veo nada. Mis ojos sufren por dentro y el jabón es el culpable. De tal escozor. No puedo abrirlos. Estoy ciega en la bañera, podría resbalar y caer. Restriego con los dedos mis ojos incesantemente pero no encuentro alivio alguno con tal actividad. Mis manos recorren las baldosas de la pared, tanteo todos los objetos que encuentro en mi camino. Oigo como varios champús caen estrepitosamente sobre el barranco blanco. Finalmente, mis manos logran encontrar la toalla buscada tan desesperadamente. Mis ojos por fin vuelven a abrirse.

Sigo sin ver nada. Noto mi cuerpo envuelto en vapor. La sensación es tan reconfortante pero al instante se vuelve asfixiante. Dicotomías de la vida.

Sigo tanteando el camino, apoyo mis brazos sobre el frío mármol y busco la imagen difuminada de mi cara. ¿Soy yo? ¿quién soy yo?

Las palmas de mis manos se deslizan sobre el espejo, imitando los círculos que los patinadores dibujan sobre un lado helado. Sigo sin verme. ¿Por qué? Mi imagen está ahí o es el fruto de mi mente. Me pregunto si “esa” que empieza a vislumbrase en el espejo soy yo. No estoy segura. ¿Y si el espejo pretende engañarme? ¿Y si e olvidado quién soy yo? Sería tan fácil confundirme en estos momentos. Quizás ya lo estoy. Quizás.

Veo un rostro blanco al fin. No es un rostro frío pero sí pálido. A pesar de estar algo demacrado se ve sonrojado y eso le devuelve algo de brillo. Aparto la mirada por miedo a que la imagen me salude o haga algún gesto inesperado. Miro de nuevo y observo el cuerpo desnudo que hay ante mi. El cabello mojado cae lacio sobre sus hombros redondos y esconde parte del pecho. Observo de nuevo la imagen y encuentro una mirada inquisidora en el espejo, quizás sea sólo una mirada de curiosidad. No, está asustada. ¿Seré yo? Creo haberme perdido.


Fotografía: Blimunda




2 comentarios:

Julia dijo...

Te lo diré en dos palabras: ¡mag nífico!

Blimunda dijo...

muchas gracias, espero que la segunda parte te guste tanto como esta.