
Sorprendentemente o no tan sorprendentemente, me he colocado en una esquina del café, de espaldas al resto de la gente pero con la ventana justo en frente mío. La ventana es mi pase a otro mundo. Es mi pase a la vida real. Yo le doy la espalda a una parte, la bulliciosa, la snob (tendríais que ver en qué café me encuentro), la que no me aporta nada, sólo ruido. Entiéndase ruido como interferencia, como aquello que produce un punzante pero constante malestar en mi, como perturbador de mi calma y al mismo tiempo como obstáculo para ver la realidad. Únicamente intenta enmascararla.
La ventana; mi anhelo de ser participe de la vida y no una mera espectadora que observa incansablemente. La ventana es mi salida de este mundo falso que quizás me haya construido sin saberlo y mi entrada en el real. En el mundo que ansio estar, para el que debo vivir. A través de ella veo lo que le sucede a los demás, veo como el día se transforma, como transcurre el tiempo y yo sigo inmovil. Dóndo yo estoy el tiempo pasa pero yo no me percato, no soy capaz de darme cuenta del más mínimo cambio, sólo percibo la sensación de pérdida del tiempo...
Hay aquí un tiesto repleto de una hermosa planta carnosa que me lleva ventaja. Ella se abalanza a través de los barrotes de la ventana sobre la calle iluminada, sobre la calle rebosante de color y música.
Otro día ya os contare una interesante teoría acerca de los colores y de su relación con nuestro presente. Ahora estoy en fase azul turquesa ¿?..."
Fotografía: Blimunda
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