domingo, 25 de enero de 2009

El Idiota (Fiódor Dostoievski): Profundizando en la complejidad del espíritu humano







Bajo la observación de las paredes del salón me hallé rebuscando en la biblioteca de mi abuelo algún libro para pasar el tiempo en los largos trayectos de bus de casa al trabajo. Entre los tomos de diversos colores y tamaños encontré -quizás los libros más amados por mi abuelo- los clásicos de la literatura rusa. Cholojov (el Don Apacible) imponente libro en todos los aspectos rozando a Don Quijote, que a su lado parecía una pequeña obra de dos “tomitos” de nada. Sartre, Darwin, Stendhal, Balzac, García-Márquez, Hemingway, Delibes, Flaubert, Wallace y un largo etcétera descansaban en la estantería principal. Se admiraban unos a otros sin no por ello mirarse por encima de las tapas. Sin embargo, mi atención se centraba en la pequeña estantería repleta de las obras completas de Tolstoi con su Guerra y Paz, entre otros títulos, Gorki un tanto cansino con sus panfletos y, finalmente, Dostoievski.








Fiódor Dostoievski con su magnífico Crimen y Castigo que no pude ser capaz de leer cuando tenía unos doce años…recuerdo que mi abuelo me comentó lo maravilloso que era ese libro y yo toda decidida quise leerlo. Al abrir por primera vez ese tomo de la obra completa de Fiódor (ya es como si le conociera después de leer tanto sobre su vida), intenté sumergirme en sus páginas pero el vocabulario y la profundidad como relataba la psicología de los personajes junto con los múltiples cambios de nombre que sufren los rusos hizo más que imposible que me viera capacitada para leerlo. Realmente me sentí decepcionada, no por el autor sino por no ser capaz de apreciar una obra maestra como Crimen y Castigo.

Años más tarde…muchos me decidí a darme otra oportunidad con Dostoievski esta vez fue El Idiota. Éste me atrajo enseguida y empecé a devorarlo rápida pero detenidamente. Es de la clase ds libros que te engullen, te atrapan, tu vives dentro del libro, tu conoces a Liev Nicolaievich (el príncipe), a Aglaia, Nastasia Filippovna, Várvara Ardaliónovna, Lébedeb, Rogozhin, Ippolit…conoces a todos, formas parte de la historia, viajas a San Petersburgo y luego te paras una temporada por Pávlovsk en la dacha de Lébedeb a pasar el veranito.
Nada más empezar mi viaje en ese tren que nos conducía desde Suiza hasta San Petersburgo con la compañía de Keller y Rogozhin, ntre otros, ya tomé cariño a nuestro príncipe Myshkin con su hatillo y sus historias de niños. Hay en él una inocencia, una bondad, una racionalidad que nos sorprenden a cada paso que da, desde que se presenta en casa de los Epachin en busca de algún familiar Myshkin hasta el final de la novela (que no pienso relatar). Sin duda alguna, hay en Liev parte de Fiódor, la enfermedad que le “poseyó” a partir de los 30 años es la misma que tiene nuestro idiota y los episodios epilépticos se encuentran relatados al mínimo detalle, desde el momento en que empiezan los síntomas de un ataque hasta las sensación incluso placentera de felicidad extrema que siente el personaje.

Estoy enamorada de este libro, de los personajes que me han acompañado en mis viajes en bus, en metro e incluso caminando como una "“idiota"” por las calles de mi ciudad sin percatarme de con quién o con qué me topaba. Y no sé por qué tengo la impresión de que hace muchos, muchos años conocí una especie de príncipe Myshkin…curioso

El Idiota o el Príncipe Idiota : Fiódor Dostoievski
1969
Para más información:
http://es.wikipedia.org/wiki/El_idiota

3 comentarios:

Camy dijo...

Es tan bello lo que describes que no podría etiquetarlo bien en libros, familia, recuerdos...

Una suerte tener un abuelo así y seguro que él piensa en la suerte que tiene de tener a ti.

Rosario dijo...

Hola, te puedo decir es placentero llevar en el bus a tan egregio compañero que de idiota no tiene nada. Su bondad, dulcura y a veces ingenuidad lo hacen un personaje inspirador, hoy necesario.

Excelente reseña!

Mmcm dijo...

Amè el Idiota...Un placer, encontrar gente que lo pone tan bien. Un gusto.