sábado, 21 de febrero de 2009

Despertar

Abrió los ojos y allí seguía. Menos mal, pensó. Tenía la certeza de que allí seguiría pero a veces temía que al despertar no fuera así. Pero allí estaba. Apenas veía su silueta, la luz cubría toda la habitación como una manta blanca que protege los muebles del paso del tiempo. El tiempo había quedado en un segundo plano. La luz entraba traviesa por la ventana e impedía ver con claridad, aunque poco a poco sus pupilas fueron haciéndose más y más pequeñas hasta que pudieron ver con claridad. Allí estaba. La larga melena recogida mostraba un cuello esbelto, unos hombros redondos y fuertes, una espalda perfecta. Una espalda que le hacía perder el sentido. Cuantas veces no se había sorprendido a sí mismo mirándola embobado cuando hablaba con alguien en un local y, él al otro lado vislumbraba su espalda desnuda y sonreía bobaliconamente.
Seguía allí, tendida a su lado, tal y como recordaba haberse quedado dormido, en la misma posición. Ella tenía cogida su mano, como lo hiciera instantes antes de sumirse en un profundo sueño; antes, la había besado y con sus dos manitas la había acercado a su pecho, para tenerla bien cerca de su corazón. Él percibía los latidos lentos y pausados de ese corazón que horas antes había latido estrepitosamente, sin cesar, con un ritmo enérgico. Ahora notaba él su corazón palpitar con fuerza, veía como su corazón empujaba su piel y salía de su cuerpo en cada latido. Bum, Bum, Bum. Su corazón quería escapar, rasgar la piel y salir, salir y ver esa luz que cubría la estancia, que daba un toque de ensoñación. ¿Seguiría dormido? ¿Estaría soñando? Se preguntaba. No, estaba despierto, notó como ella, mientras soñaba, apretaba su mano, le cogía del pulgar fuertemente, como anclándose a un lugar que ella creía seguro.
Se deshizo lentamente de su lazo, y juntó sus manos bajo su cabeza. La contempló durante largo rato. Notaba su respiración, como su cuerpo se movía pausadamente, como su espalda formaba bellas formas moviéndose al ritmo de su ir y venir de aire. Iba acariciando con su mirada su cuerpo desnudo y en un impulso inevitable levanto las sábanas dejando que tan sólo el día cubriera ese cuerpo. Contemplaba como un niño ese cuerpo que amaba y sentía como se hinchaba el suyo, como la sangre recorría toda su anatomía. Un calor incipiente se apoderó de él y sin tocarla, sin rozarla a caso, notó como su tacto recaía sobre su piel. Era su objeto de deseo, era su objeto de amor incondicional, era su bella durmiente. La contemplaba y se sentía dichoso, afortunado por ver esa imagen cada día al despertar. Se apoderó de él un intensa sensación, una fuente de calor inesperada y sin saber cómo ni porque notó que su mano se deslizaba hasta su sexo. La sangre irrigaba turbulentamente su sexo y una excitación suprema le atacó de improvisto. La seguía mirando y la fuerza irrefrenable de esa imagen hizo que se acariciara sin cesar. Las caricias rítmicas fueron en aumento, más y más, una ola de calor le invadía, más y más, más y más. Y, después llegó una paz extrema, una tranquilidad inaudita, un placer absoluto y poco a poco volvieron sus ojos a cerrarse y su mano buscó la de ella. La abrazó de nuevo y volvió a sentir la feliz certeza de que ella seguí allí. Buenos días mi amor.

2 comentarios:

vane dijo...

Impresionante...Qué bien escribes...es la primera vez que entro en tu blog y he flipado... :)

Blimunda dijo...

Gracias guapetona