sábado, 14 de febrero de 2009

Los mundos de Blimunda (I)


Blimunda de los bosques, así se hacía llamar, vivía en su mundo. Un mundo que había creado para evadirse del real, un mundo bello de color verde, verde esperanza. Tenía la cualidad de refugiarse en su mundo imaginario dónde podía hablar con los animales y los seres inanimados, así se sentía acompañada y feliz en sus fantasías. Su nacimiento fue muy esperado, tras diez largos meses y medio en la barriga de su madre, el doctor decidió que ya era hora de hacer salir a la moza. Cómo era caprichosa se dedicó a quedarse cómodamente dentro del vientre materno y jugando con el cordón umbilical se lo enrolló, sin querer, dos veces al cuello. Al ver lo que Blimunda había hecho con el cordón umbilical el medico se asustó y en vista de las pocas ganas de ésta por salir propuso que la mejor manera de sacar a la niña era por cesaria. Aquel día caluroso de junio, su tío Julio, por aquel entonces ya médico, se quejó por no creer conveniente la cesaria a la que deseaban exponer a su hermana. Decía que el corte horizontal no era el adecuado que debía ser en vertical, pero tal y como estaba puesta Blimundilla en la barriguita no había otra posibilidad por aquel entonces. Aquel día, cuando Blimunda salió y vio por primera vez la luz del quirófano, su abuela, una mujer ya de edad que hacía años que tenía la menopausia, tuvo la regla de nuevo. La emoción de ver a su primera nieta hizo que la mujer volviera ser cómo una adolescente con menarquía. Todos celebraron la aparición de esa gordita de grandes ojos grisáceos que los miraba con divertida curiosidad. Era redonda y formosa, como era de suponer después de diez meses y pico aliemtándose de su madre, la cual se había quedado escuálida de tener a tal tenia dentro de su ser. Blimunda apareció con su pelo zanahoria en un mundo blanco que más tarde transformó en sus mundos dónde el verde ejercía su autoridad. Los mundos de Blimunda dónde sólo hay verdes bosques e inmensas praderas, por los que ella corretea libremente, por dónde a ella le gusta correr sin dirección y gritar como de una fierecilla se tratase. Aquella misma noche, su madre tuvo un sueño muy placentero y sin saber cómo ni porque empezó a desangrarse. La sangre fluía y fluía y ella soñaba y soñaba. Hasta que se dieron cuenta y a tiempo la salvaron. Blimunda al nacer ya le causó a su madre la imposibilidad de poder comer alimentos muy grasos pues aquella hemorragia era producida por un fallo en su vesícula biliar que perdió aquella misma noche.
Los años fueron pasando y Blimunda ya destacó en su faceta parlanchina desde bien pequeña. Hablaba por los codos, sin cesar, hablaba incluso antes de saber hablar y cuando aprendió parecía que nada pudiera acallar a la niña. Hablaba por las calles cuando iba de paseo con sus abuelos, decía que hablaba en inglés, y por aquel entonces, con el desconocimiento que tenía la gente de aquel idioma, había alguno ingenuos que creían que la mocosa de 5 años sabía hablar inglés. Todos se sorprendían. Las dotes comunicativas de Blimunda fueron crecieron a medida que ella también lo hacía; en los múltiples viajes en Talgo que la niña hacía para pasar vacaciones con sus abuelos en Alicante, la niña recorría todos los vagones hablado con unos y otros. De regreso a los asientos donde se encontraban sus abuelos volvía con las manos llenas de madalenas, chocolatinas y todo lo que había ido recogiendo, pues todo el mundo le daba algo a la niña vivaracha de los grandes ojos. Aquellos veranos en Alicante eran una delicia, se pasaba el día con sus abuelos a los que adoraba y ellos la adoraban a pesar de que no callaba nunca, era hiperactiva y este era su encanto y a veces su perdición. Había una cosa que Blimunda odiaba y era que la bañaran en la pequeña bañera azul de plástico que se encontraba en el patio. “A pelo no yaya, a pelo no!” pero no la hacían acaso a pesar de las pataletas que tuviera. Por las noches sus abuelos le escondían un caramelo piktolin entre las sábanas de la cama y ella, como si se tratase de un buzo intentando descubrir un tesoro marino, se sumergía entre las sábanas hasta dar con su trofeo. Luego intentaba quedarse en la cama con sus yayos pero al final siempre acababa durmiendo en su camita que estaba al lado. Blimunda siempre destacó por tener afán de protagonismo, de pequeña era presumida (cualidad que perdió con el paso de los años y sobre todo durante la adolescencia dónde todas las inseguridades aparecen) de ahí, que cuando se vestía de fallera y desfilaba por las calles de Alicante lo hiciera con aires de grandiosidad. Le aterraban los fuego artificiales pero le encantaba ir a bailar a la barraca de su tio-abuelo, que por aquel entonces era fallero mayor.
Hubo un día en que su abuelo viendo que la niña tenía afán de cantante le dio un destornillador amarillo con capucha roja, lo arregló de tal manera que parecía un micrófono y con esto hizo que Blimunda disfrutara a las mil delicias cantando sin cesar aunque esto afectó al resto de la familia, pues si bien la niña no hablaba tanto ahora se dedicaba a cantar. Su padre, entonces cogía la guitarra y empezaba a cantarle el blues de la cárcel o cualquier otra canción, de hecho se hicieron hasta grabaciones de su padre cantando y ella berreando a su lado. La canción que más le gustaba por aquel entonces era “Puff era un drac màgic”, traducción literal de la original. Lo que no sabía ella era que Puff de dragón no tenía nada y que lo de jugar con el dragón se refería a fumar marihuana. Años más tarde supo lo que era la marihuana pero por aquel entonces desconocía el término y tan sólo disfrutaba imaginando ese dragón verde que salía del agua de un estanque para jugar con los niños del barrio. Vamos, lo más normal del mundo!
Blimunda se empeñaba en llevar trenzas al parvulario, ni más ni menos quería dos trenzas a lo Pipilanstrum, pero su padre se veía incapaz de hacérselas. Empezaba a coger la larga cabellera de la niña y se hacía un lío con sus manos, como si se tratase de una ecuación imposible. Blimunda muy indignaba se enfada y tan solo un día a la semana, cuando su madre la llevaba al colegio podía conseguir llevar sus amadas trenzas. Un día, su padre con las prisas, la vistió rápidamente de tal forma que no se percató de algo muy importante. Al salir a la calle, una señora miró asustada a la niña y luego a su barbudo padre “señor, ¿no se ha dado cuenta de que la niña lleva el vestido al revés?” . Su padre, asombrado y avergonzado, llevó ala niña a un portal cercano y le cambió el vestido. Este incidente causó furor en casa, todos rieron durante años al recordarlo. Las idas al cole las recuerda Blimunda con ilusión, le encantaba ir al cole, le encantaba que le enseñaran cosas, le encantaba tener compañeros de clase a los que contarles las aventuras imaginarias que ella vivía y, lo mejor de todo es que la creían. Era una gran cuenta cuentos, de hecho se inventó unos cuentos que escribía en cuadernillos que su abuelo le hacía y luego regalaba a sus familiares. Hubo una versión alterativa de caperucita roja que agradó tanto a sus compañeros y a su maestra que decidieron representarlo. Se llamaba la Abuela yudoka y narraba la historia de caperucita gris y su abuela yudoka, que iba siempre en quimono, y de cómo derrotaban al pérfido lobo con unas llaves de yudo. Muchos otros días al ir al cole, Blimunda se paraba ante una tienda de recambios de coche, allí había una especie de disco y al pasar por delante del escaparate se quedaba embelesada mirándolo, acto seguido se ponía a bailar. Sus padres no entendían el extraño comportamiento de su hijita hasta que un día cayeron en la cuenta de lo que ocurría. Blimunda pensaba que aquel disco mecánico era un disco de música y por eso se ponía a bailar. Así que con la corta edad de tres añitos la apuntaron a ballet en la escuela. No era una buena clase de ballet pero para empezar ya era algo hasta que a la niña se le pasara la deria de bailar. Blimunda se llamaba así misma, por aquella época, Blimunda de los bosques bailarina de ballet y así se lo hacía constar a sus compañeros de clase, aunque cuando se peleaba con los niños (le gustaba demostrar que era más fuerte que los chicos) se hacía llamar Conan la Blimunda. Su imaginación siempre iba un paso delante de su percepción de la realidad y todo lo que ella captaba fuera en la tele, en la calle o del hecho de escuchar una conversación lo convertía en una nueva experiencia. Cuando, años más tarde, vio el vídeo-clip de Michael Jackson de thriller se dijo a sí misma que ella iba a grabar un vídeo igual con sus compañeros de clase. Como tenía don de gentes convenció a unos cuantos, y en la hora del recreo les hacía ensayar los pasos de su coreografía. Cuando no hacía coreografías u obras de teatro en el patio se dedicaba a regentar un taxi, que era simplemente un columpio del patio, y por un módico precio (nada) daba un paseo a sus compañeros subidos en la sillita del columpio; si no estaba en el taxi estaba en la peluquería arreglando peinados o cortando pelos imaginarios. De hecho, cuando su hermanito tenía escasos 3 años, un día cogió las tijeras del costurero de su abuela y empezó a cortarle el pelo como si de una profesional estilista se tratase. Al entrar en el comedor su abuela dio un grito al ver el destrozo que había hecho en el pelo de su hermanito el enano, pero tendríais que haber visto la cara de alegría del pequeño, todo feliz porque su hermana mayor le había cortado el pelo. Obviamente, le llevaron al peluquero enseguida para arreglar el estropicio.


2 comentarios:

Dante dijo...

Digo que acabo de conocerte a través de mi blog, que ahora lo tengo en relax, y que el relato que leo en el tuyo está bien escrito. Supongo que seras una jovencita adolescente, al menos vista desde mi prisma de ochenton, pero compruebo que tienes inquietudes, que sabes elegir tus lecturas, que te preocupas por todo aquello que pueda formarte humana e intelectualmente.
Sigue por ese camino en ese lugar de Catalunya donde vives, pais que conozco bastante bien, sobre todo porque anualmente tengo un viaje asegurado ya que estoy en la lista vip de invitados al festival de Sitges, no por lo que hago ahora, sino por lo que escribi en otros tiempos.
Un beso cariñoso y supongo que paternal

Camy dijo...

Intentaré seguir siempre el crecimiento de Blimunda, hasta ahora, es una infancia llena de imaginación.

un beso