lunes, 20 de julio de 2009

Fish or not fish?




En mis manos sostenía un mundo tranquilo, húmedo y lleno de color. Las algas se movían al compás, los peces bailaban al ritmo del oleaje ficticio que había creado con mis movimientos. Era feliz con mi pecera. Estaba embelesada contemplándola. Llena de vida. Había peces sacados del paraíso y plantas acuáticas de vistosos verdes que refulgían cuando los rayos de sol las acariciaban. De pronto, el agua se turbó y del verde pasó a un marrón triste. Las plantas se convirtieron en secas abominaciones de lo que anteriormente habían sido. Los peces desaparecieron y dieron paso, como si de una estrambótica metamorfosis se tratara, a unos gusanos desagradables. Tan solo, un pez permaneció, sólo uno pero había perdido su colorido y , mostraba una pigmentación negruzca dándole una apariencia penosa. Agitaba la redonda pecera entre mis manos intentando que aquella negrura desapareciera pero no lo conseguía. Todo fue en vano. Y miraba a mi único superviviente atacado por infinidad de gusanos, y miraba sus ojitos que tristes me pedían auxilio. ¿Qué podía hacer yo? De golpe y porrazo, la pecera resbaló de mis manos y en el suelo se desparramaron las plantas muertas, las algas ahora marrones y los cientos de gusanos. Y en medio de ese desastre estaba mi pececito ahora negro, que saltada como loco, que me buscaba con la mirada diciéndome “Sálvame”. Fui corriendo a la cocina en busca de un cuenco, un vaso o cualquier cosa donde poder ponerlo. Encontré un vaso de yogur, de los que solía utilizar para hacer yogures naturales, y lo llené de agua. Fui corriendo al salón y metí a mi pececito. Pero era tan pequeño el vaso de yogur y era tanta la alegría y de mi pececito que de tanto saltar y saltar se me volvía a caer. Pasé una hora repitiendo la misma acción, y él saltaba y saltaba, no dándome tiempo a encontrar un sitio mejor para él. Era agotador, lo rescataba y volvía a rescatarlo. Hasta que desperté.

Creo que me pasé media noche soñando con ese pececillo triste al que yo intentaba salvar. Y pensé que quizás la pecera era una parte de mi vida anterior, y en el recuerdo todo era verde y luminosos pero, ahora, todo eso está lleno de matices marrones y grises. La pecera no se me cayó sin querer, debí tirarla, quería despojarme en el fondo de ese pasado, sin embargo, una parte de ese pasado, ese bello pececillo que se transformó, quería permanecer conmigo. ¿Por qué? y lo que es más importante, ¿por qué quería salvar yo esa minúscula parte de mi pasado? Agotándome sin cesar por salvarlo…todavía no sé el por qué.

1 comentario:

Anónimo dijo...

...tú misma tendrás que encontrar la respuesta...
es posible que la pecera sea o fuere tu mundo de la infancia, tranquilo y protegido y después al salir sola a la vida, ésta tenga aguas más turbulentas y dándote cu8enta quieras escapar una y mil veces ( de ahí el salirte del bote de yogourt)-No te fías.
Quizá estás en época de empezar de nuevo y ni tan siquiera necesites las estrecheces de ese bote y encuentres o te hagas una nueva pecera más grande, más límpia, más nueva.
EStá muy bien escrito y descrito.

Besitos carquinyoli. Me debes una comida