jueves, 11 de febrero de 2010

Sentir

L. llevaba dos años dejándose caer en los brazos de la bebida, de las noches sin fin y los amantes sin nombre. Había perdido el contacto con la realidad y no encontraba un orden que le sirviera para afrontar su vida. Sabia hablar sobre los sentimientos como la que más, de hecho, había hablado toda su vida sobre lo que sentía pero realmente no conocía el genuino significado de la palabra sentir. Para ella era fácil, en el pasado, decir un “te quiero”, sin embargo escapaba a su percepción lo que eso entrañaba. No es que ella fuera una autómata, no es que ella fuera insensible, ni mucho menos, simplemente se dejaba llevar demasiado y utilizaba a la ligera el vocablo querer.
Se daba cuenta que la habían enseñado a caminar, a hablar, a leer y a un sinfín de cosas. Nos enseñan desde pequeños la diferencia entre el bien y el mal, nos enseñan a comportarnos pero a la hora de la verdad no nos enseñan a querer y menos a amar. Es un aprendizaje que debemos realizar en solitario y por este motivo se hallaba tan perdida.
El pasar del tiempo le demostraba las carencias que tenia, la ignorancia que regia sus sentimientos…sí sentimientos, ¡qué fácil hablar sobre ellos! ¡verlos en los demás! y qué complicado saber a ciencia cierta que es lo que ella sentía. Hubo un día en que despertó de su letargo y vio que aquello que creía amor era pasión, que aquello que creía sentir era tan solo obsesión, que aquello que confundía con querer era tan sólo dependencia o simplemente la magia de la química. Pero para amar falta tiempo, para querer y sentir falta tiempo…Después de andar perdida empezaba a comprender el secreto de la receta. Los ingredientes básicos son los sentimientos, y ellos aparecen con un poquito de confianza, un poquito de comprensión, un poquito de química, dos cucharaditas de pasión para que no resulte soso el guiso, un buen puñado de comunicación y así poquito a poco, a fuego lento surge ese amor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los mayores aprenden, ya tarde, que a los niños hay que enseñarles todavía más cosas...
Uno ha de saber quererse, de añadir a tu receta mágica un tanto de orgullo, una pizca de secreto ( no ser un libro abierto) y un mucho de libertad y seguridad y sacrificio.
De mayor se aprende que el amor, la amistad, la muerte, vienen y se van; si se buscan se encuentran pero forzadas...
Escribes muy bien.
CH

Anónimo dijo...

sobra una h, quítala, por favor, o no la leas.